Para monitorizar los niveles en sangre de un antibiótico aminoglucósido como amikacina, gentamicina o tobramicina cuando interesa estar seguro de que se administra a dosis correctas con fines terapéuticos y sin ocasionar efectos tóxicos indeseados.
Aminoglucósidos
A intervalos regulares durante el tratamiento con aminoglucósidos.
La determinación se realiza a partir de una muestra de sangre venosa.
Para esta prueba no se necesita ninguna preparación especial. Sin embargo, es muy importante obtener la muestra de sangre en el momento adecuado. El médico es quien mejor informará al respecto.
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Cómo se utiliza?
La prueba se utiliza para monitorizar los niveles del antibiótico aminoglucósido prescrito en sangre. Los aminoglucósidos más comúnmente empleados son amikacina y gentamicina; la tobramicina no es de uso tan frecuente. Todos estos fármacos se emplean para tratar infecciones bacterianas graves y la determinación se realiza para asegurarse de que los niveles del fármaco en sangre son suficientes para tratar la enfermedad, pero no lo suficientemente elevados para ocasionar lesiones tóxicas en el organismo.
Las medidas de los antibióticos en sangre se ajustan para poder reflejar la máxima concentración del fármaco (nivel pico) y la más baja (nivel valle). Estos puntos horarios son útiles para evaluar si la dosis administrada es la adecuada y para monitorizar la eliminación del fármaco del organismo.
A veces se administra el antibiótico cada 24 o 48 horas. En estos casos se toma una muestra de sangre a las 6 - 14 horas después de la última administración del fármaco.
La determinación de los niveles de fármacos en sangre es muy útil para farmacéuticos y médicos ya que así pueden calcular la tasa de eliminación del fármaco en cada individuo. Con estos niveles se calcula la cantidad adecuada de fármaco que debe administrarse a cada persona y el momento adecuado para su administración, asegurando que el fármaco será efectivo pero sin ocasionar efectos indeseables asociados. Si desea más información refiérase a Monitorización de fármacos.
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¿Cuándo se solicita?
Son varias las situaciones en las que se monitorizan los niveles de amikacina, gentamicina o tobramicina en sangre. Influyen también en ello factores como la edad del individuo, su función renal, el estado de salud general y la presencia de síntomas de toxicidad o enfermedades, así como la duración del tratamiento y el protocolo al que se ajusta el tratamiento administrado.
Se recomienda la monitorización de aminoglucósidos siempre que se administre el antibiótico durante más de 3 días. Cuando se administra a intervalos regulares, se suele esperar a haber administrado entre 2 y 4 dosis del fármaco; si se realiza antes, es posible que el fármaco no haya alcanzado todavía unos niveles estables en sangre. A partir de ahí, los niveles de antibiótico en sangre se pueden solicitar cada pocos días o una vez a la semana, o cada vez que se tenga que ajustar nuevamente la dosis por un motivo u otro.
Cuando el antibiótico se administra siguiendo una pauta más espaciada (24 - 48 horas), se obtiene una muestra de sangre a las 6 - 14 horas después de la administración del fármaco.
A menudo se solicitan también otras pruebas para evaluar la función renal, como la creatinina. La frecuencia con la que se determinan depende del estado de la función renal del individuo y de si se trata de individuos con mayor riesgo de padecer efectos tóxicos indeseables (por ejemplo, por estar tomando otros fármacos también ototóxicos o nefrotóxicos).
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¿Qué significa el resultado?
Al administrar una dosis de aminoglucósido, su concentración en sangre aumenta de manera característica alcanzando un nivel máximo o pico, y posteriormente va disminuyendo hasta alcanzar el nivel más bajo (valle). A veces se administra el antibiótico antes de que se alcance el nivel mínimo (valle) en sangre. El objetivo de esta anticipación es asegurarse de que se mantiene una suficiente cantidad de fármaco para garantizar su efecto terapéutico, eliminando así las bacterias que ocasionan la infección. La dosis y el intervalo entre dosis se optimizan para permitir que el organismo elimine la mayor parte de antibiótico administrado en la dosis previa antes de la administración de la siguiente dosis. Así se minimiza el riesgo de complicaciones.
Cuando se administran los aminoglucósidos a intervalos regulares, el hecho de que el nivel valle se sitúe por debajo de un valor determinado indica que la persona es capaz de eliminar el antibiótico a una tasa adecuada. Un nivel pico dentro del intervalo terapéutico significa que existe suficiente fármaco en sangre para asegurar la efectividad del tratamiento. El nivel terapéutico óptimo depende del tipo de infección y del órgano afectado. Si la concentración pico está por debajo del máximo esperado, el individuo tiene menor riesgo de desarrollar efectos adversos, aunque no por ello queda libre de presentar complicaciones.
Cuando los niveles valle y/o pico se sitúan por encima de los niveles máximos permitidos, el individuo presenta mayor riesgo de toxicidad; el médico seguramente disminuirá la dosis o aumentará el tiempo entre dosis.
Cuando el médico decide administrar el antibiótico cada 24 - 48 horas, los resultados de las determinaciones le son de gran ayuda para saber cuando administrar la siguiente dosis. Normalmente, si los niveles se sitúan muy próximos a los valores más bajos esperados, el médico administrará el antibiótico cada 24 horas. Contrariamente, si los niveles se sitúan muy próximos a los valores más altos esperados (sugerente de que al individuo le cuesta eliminar el antibiótico de su organismo), el médico esperará 48 horas antes de volver a administrar el antibiótico.
Si la infección no responde al tratamiento antibiótico, seguramente el médico se planteará otra opción terapéutica.
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¿Hay algo más que debería saber?
Las dosis intravenosas de aminoglucósidos se administran lentamente a lo largo de unos 30 minutos.
Existen otras presentaciones de aminoglucósidos que no requieren monitorización de sus niveles en sangre, por ejemplo gotas oculares, gotas óticas y fármacos para inhalación.
El primer aminoglucósido, la estreptomicina, se desarrolló en la década de los 40 y resultó muy útil para tratar la tuberculosis. A medida que se fueron descubriendo otros aminoglucósidos, su uso fue decayendo.
Los aminoglucósidos se eliminan del organismo por los riñones y por lo tanto las dosis deben ajustarse en base a la función renal de cada individuo. A menudo, antes de iniciar el tratamiento con aminoglucósidos y durante el tratamiento, se solicitan pruebas que evalúan la función renal como creatinina y aclaramiento de creatinina.
El riesgo de toxicidad aumenta cuando se están tomando también otros fármacos que pueden afectar al oído y/o al riñón, como algunos diuréticos -particularmente furosemida-, antiinflamatorios de tipo no esteroideo (AINEs) como ibuprofeno o naproxeno, u otros antibióticos como vancomicina.
Debido al riesgo de complicaciones, no se recomienda la dosificación espaciada cada 24 o 48 horas en los siguientes casos:
- Ancianos (mayores de 70 años de edad)
- Embarazadas o mujeres que acaban de dar a luz
- Insuficiencia renal o enfermedad renal previa
- Enfermedad hepática grave
- Quemaduras extensas
- Fibrosis quística
- Antecedentes de lesión auditiva
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¿Puede determinarse la concentración de aminoglucósidos en el propio domicilio?
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¿Por qué se siguen empleando los aminoglucósidos si pueden ocasionar pérdida de audición permanente?
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¿Deberían monitorizarse todos los antibióticos como se hace con los aminoglucósidos?
No todos los antibióticos requieren monitorización. La mayor parte de antibióticos no se asocia a efectos indeseables significativos, o si se asocian, no pueden predecirse a pesar de que se conozca la concentración del fármaco. Normalmente, sus rangos terapéuticos (intervalo de concentraciones en el que son efectivos) son más amplios. Esto justifica que se prescriban siguiendo unas pautas predeterminadas.