14/08/2017
En el curso de una respuesta inmunitaria es muy importante que las células T sean capaces de diferenciar entre las células y tejidos propios del organismo y las estructuras o células extrañas o infectadas (ajenas, de procedencia externa). Esto tiene que ser así para que las células T puedan identificar y marcar de alguna manera las células nocivas para que el organismo consiga destruirlas. Asimismo, las células T proporcionan una señal a los linfocitos B (otro tipo de leucocito) para que empiecen a producir anticuerpos.
Los receptores son estructuras proteicas que se encuentran en la superficie de las células T. Permiten que estas células identifiquen y examinen las células propias y ajenas así como otras sustancias (antígenos) con capacidad para desencadenar una respuesta inmune. Existen dos tipos de receptores de células T y cada uno de ellos contiene diferentes subunidades. Los genes del receptor de las células T gobiernan el desarrollo de dichas subunidades. Los reordenamientos en estos genes constituyen un proceso normal del desarrollo de las células T. La finalidad de los reordenamientos no es otra que la de producir una gran variedad de receptores entre la población de linfocitos T para así reconocer (y bloquear) el número incontable de antígenos a los que una persona puede exponerse. Todo ello significa que, en una población sana de linfocitos T, tanto los reordenamientos del gen del receptor como el mismo receptor suelen ser muy diversos (policlonales).
En un linfoma de tipo T existe una célula T anómala que empieza a clonarse. Todas las células clonadas a partir de la primera son idénticas (monoclonales). Además, las células monoclonales no funcionan normalmente, su replicación escapa a los mecanismos de control del organismo y no mueren como deberían hacerlo (como las normales). Así, se acumula una población de células T monoclonales cancerosa que desplaza incluso a las células sanas y puede eventualmente propagarse por el sistema linfático y la sangre hacia otros órganos y tejidos, como médula ósea y ganglios linfáticos.
Todas las células T monoclonales producidas presentan un perfil de reordenamiento genético idéntico. Los clones cancerosos suelen ser grandes (muchas células) de tal forma que las células clonales son las células predominantes en el tejido afectado. La detección de un perfil de reordenamiento genético predominante a menudo indica la presencia de células T cancerosas. Esta información puede ser de gran ayuda para establecer el diagnóstico de linfoma de tipo T o para evaluar la existencia de enfermedad residual o de recurrencia de la enfermedad después del tratamiento.