¿En qué consiste?
El virus de la varicela o virus de la varicela zóster (VVZ) puede causar dos tipos de afectación en las personas: la varicela y el herpes zóster. En el herpes zóster se produce una inflamación nerviosa acompañada de dolor intenso, de una erupción cutánea rojiza y de ampollas o vesículas que acaban reventando y formando una costra. La mayoría de las veces, el dolor y la erupción remiten en unas pocas semanas; no obstante, algunas personas siguen manifestando un dolor intenso durante meses y ocasionalmente años.
Cuando una persona queda expuesta por primera vez al VVZ, suele ser durante la infancia, lo normal es que desarrolle una varicela, que es una enfermedad sistémica común, rápidamente contagiosa, que se manifiesta con la aparición de múltiples vesículas en varias localizaciones del organismo. La varicela se transmite entre personas por contacto directo con el fluido de las vesículas o al toser o estornudar. Una vez resuelta la enfermedad, el virus queda acantonado en una forma latente en las células nerviosas de la médula espinal o del cerebro. En las personas sanas, el sistema inmunitario consigue mantener el virus en esta forma latente, y produce suficiente cantidad de anticuerpos frente al VVZ para proteger al individuo ante posibles futuras exposiciones.
A pesar de ello, el virus puede reactivarse y causar un herpes zóster. Esto sucede en las siguientes situaciones:
- Varias décadas después de la primera infección por el VVZ (a medida que crecemos el sistema inmunitario se debilita, lo que aumenta el riesgo de que se reactive el virus).
- Cuando se produce un debilitamiento del sistema inmunitario por diferentes causas como infección por VIH o SIDA, ciertos cánceres, determinados tratamientos o después de un trasplante de órganos por el tratamiento inmunosupresor administrado.
En tales situaciones, el VVZ empieza a reproducirse afectando a uno o varios nervios sensoriales en toda su longitud y produciendo sus lesiones sobre la superficie cutánea. Característicamente, las lesiones se manifiestan en forma de cinta, línea o banda de distribución, preferentemente por el tronco, la cara o el brazo, siempre en función del dermatoma (sección de la piel) que el nervio afectado inerva.
El herpes zóster es menos contagioso que la varicela, aunque el virus puede transmitirse si existe un contacto directo con la secreción de las vesículas. La persona que quede así expuesta resultará infectada solamente en el caso de que no hubiera estado expuesta previamente al VVZ (ya fuera por una infección previa o por la vacuna) y desarrollará la varicela y no un herpes zóster.
El herpes zóster es más común en mayores de 60 años y en personas inmunocomprometidas.
Por otra parte, lo habitual es que solamente se padezca un herpes zóster en una ocasión, pero no es imposible que el virus vuelva a reactivarse y ocasione un nuevo herpes zóster. En personas inmunocomprometidas puede resultar difícil que el virus entre en una fase latente y/o que el organismo consiga mantenerlo en dicha fase latente. El hecho de haber nacido ya con varicela sitúa al bebé en mayor riesgo de desarrollar un herpes zóster pediátrico; se trata de una situación rara que aparece cuando durante el embarazo la madre tiene varicela, o más raramente cuando padece un herpes zóster.
Acerca del herpes zóster
Signos y síntomas
Varios días antes de que aparezcan los signos y síntomas característicos, la persona afectada ya puede presentar:
- Picor, hormigueo o sensación de quemazón en una zona determinada, por ejemplo, en un lado de la cintura o en la cara.
- Dolor que puede ser moderado o grave y es frecuente que exista una hipersensibilidad cutánea al tacto.
- Pueden presentarse signos y síntomas inespecíficos como: fiebre, cansancio, dolores musculares, dolor de cabeza, náuseas o dolor torácico.
Al cabo de unos días aparece la erupción cutánea y la formación de vesículas o ampollas en una o dos zonas (bandas o franjas) características de la piel conocidas como dermatomas. Estas lesiones suelen desarrollarse en un lado del cuerpo, por ejemplo a la altura de la cintura, en la cara o alguna otra localización. Puede haber pocas o múltiples vesículas; a veces las vesículas confluyen y acaban uniéndose entre ellas. El fluido de las vesículas es inicialmente claro, pero va volviéndose más turbio conforme progresa la infección.
En un momento determinado, las vesículas se rompen y se forma una costra, y se entra en la fase de resolución que dura unas pocas semanas. Normalmente no quedan cicatrices cutáneas,excepto si el individuo se rasca, que acontezca una infección bacteriana secundaria o que sobrevenga alguna complicación. Es muy raro que el herpes zóster curse sin la aparición de vesículas o ampollas.
Complicaciones
En función del nervio o nervios afectados, se pueden presentar otros signos y síntomas, así como distintas complicaciones. En personas con inmunosupresión (inmunocomprometidas), los síntomas pueden ser atípicos y/o más persistentes y graves que en personas sanas. Entre las posibles complicaciones destacan:
- Neuralgia post-herpética (NPH): se trata de un dolor intenso asociado a los nervios lesionados, que puede persistir durante unas semanas o meses después de que se haya resuelto el herpes zóster (ocasionalmente puede persistir algunos años en ciertos individuos). La NPH se produce aproximadamente en la mitad de los mayores de 60 años que no han seguido tratamiento.
- Herpes zóster oftálmico (HZO): cuando el herpes zóster afecta alguna zona próxima al ojo, pueden desarrollarse complicaciones oculares que pueden comprometer la vista del individuo; además pueden quedar cicatrices. La afectación ocular puede aflorar unas semanas más tarde, después de que se hayan resuelto otros signos y síntomas.
- Síndrome de Ramsay Hunt: cuando el herpes zóster afecta al nervio facial y el oído puede desarrollarse una parálisis facial, tinnitus (percepción persistente de sonidos anómalos), pérdida de audición, pérdida del gusto y vértigo. Es frecuente que los afectados no se recuperen totalmente.
- Encefalomielitis (meningoencefalitis o encefalitis) por herpes zóster: puede existir una afectación del sistema nervioso central en personas inmunocomprometidas o con enfermedades graves. Esta forma de herpes zóster puede poner en peligro la vida del individuo.
- Herpes zóster diseminado: se trata de un tipo de herpes zóster en el que se afectan múltiples áreas del organismo, como en la varicela. Puede ocurrir cuando existe un debilitamiento del sistema inmunitario.
Pruebas relacionadas
El diagnóstico del herpes zóster es eminentemente clínico, y se basa en el dolor característico que refiere el individuo y las vesículas o ampollas en una franja o zona de la piel.
Las pruebas de laboratorio se emplean cuando interesa confirmar o descartar la infección por el virus de la varicela zóster, si los síntomas son atípicos y/o existen complicaciones, que podrían ser debidos a otras causas. También pueden emplearse en receptores de órganos o en embarazadas, para asegurarse de la existencia de una infección activa y determinar si la persona estuvo previamente expuesta al VVZ (para evaluar el estado inmunitario). Si desea más información consultar las pruebas para el virus de la varicela y herpes zóster.
Tratamiento
El mejor tratamiento del herpes zóster consiste en la prevención de la varicela. El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud incluye la vacuna de la varicela en el programa (actualizado en noviembre del año 2024). Si desea más información acceda a este enlace.
Con la vacuna se previene la varicela y que el virus pase a formas latentes; así disminuirá el número de personas que desarrollará herpes zóster de mayor. Actualmente también se dispone de una vacuna recombinante contra zóster adyuvante, indicada en la prevención de herpes zóster en adultos de 50 años de edad o mayores, o bien en adultos a partir de 18 años con un sistema inmunitario debilitado, y que por tanto, presentan mayor riesgo de presentar un herpes zóster. La vacuna también puede disminuir el riesgo de desarrollar neuralgia post-herpética. La administración de estas vacunas no garantiza que no se desarrolle varicela o herpes zóster, pero sí reduce la gravedad de la enfermedad y la probabilidad de que aparezcan complicaciones derivadas de la infección.
El herpes zóster se trata con antivíricos para disminuir la gravedad de los síntomas y acortar la duración de la enfermedad. El tratamiento también permite reducir el riesgo de desarrollar una neuralgia post-herpética, y en caso de que sobrevenga, acortar su evolución. El tratamiento antivírico demuestra su máxima eficacia cuando los fármacos se administran dentro de los tres primeros días de la aparición de la erupción cutánea.
Para aliviar los síntomas de la enfermedad se pueden prescribir fármacos analgésicos y tratamiento tópico. En caso de afectación ocular, auditiva o del sistema nervioso central se debe acudir a un especialista, que seleccionará el tratamiento a administrar.
A veces se administra globulina inmune intravenosa a personas con afectación del sistema inmune (inmunocomprometidas), como fuente exógena de anticuerpos frente al virus de la varicela zóster, y conseguir disminuir la gravedad de la afectación.
Enlaces
Pruebas relacionadas:
Estados fisiológicos y enfermedades:
En otras webs:
Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud: Vacunas y programa de vacunación
MayoClinic: Neuralgia postherpética
MayoClinic: Síndrome de Ramsey Hunt
Medline: Culebrilla (herpes zóster)
Ministerio de Sanidad. Preguntas y respuestas. Herpes zóster