¿En qué consiste?
El VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) es el virus que causa el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). El VIH destruye progresivamente las células del sistema inmunitario de tal manera que el organismo pierde la capacidad de luchar contra las infecciones y ciertos tipos de cáncer. Al infectar los linfocitos CD4, que son un tipo de leucocitos que ayudan a combatir las infecciones, el VIH debilita el sistema inmunitario. Estas células o linfocitos CD4 constituyen la diana principal contra la que dirige su ataque el VIH. El VIH se une a estas células, penetra en su interior para replicarse en ellas y finalmente puede destruirlas.
A medida que pasa el tiempo, la cantidad de virus, es decir, la carga viral, aumenta y paralelamente el número o recuento de linfocitos CD4 en sangre disminuye. De no instaurarse un tratamiento, al cabo de los años el número de linfocitos CD4 disminuye tanto que se favorece la aparición de síntomas y trastornos asociados a SIDA. El tratamiento del SIDA, al reducir la cantidad de VIH en sangre, permite enlentecer la progresión de la enfermedad; simultáneamente, la cantidad de células CD4 en sangre va aumentando o bien se estabiliza.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el VIH sigue siendo un importante problema de salud pública mundial, después de haberse cobrado más de 35 millones de vidas hasta ahora. Como ejemplo, en 2015, entre 940.000 y 1,3 millones de personas fallecieron a causa de la epidemia del VIH en todo el mundo. A finales de 2015, aproximadamente 36,7 millones de personas estaban infectadas por el VIH en todo el mundo, de las cuales cerca de 2,1 millones contrajeron la infección en el año 2015. Si desea más información, acceda a este enlace.
En España, en el año 2015, se notificaron 3.428 nuevos diagnósticos de infección por VIH, y se notificaron 497 nuevos casos de SIDA, que tras corregir por retraso en la notificación, se estima que fueron 595. Si desea más información, acceda a este enlace.
El VIH puede transmitirse y contagiarse de las siguientes maneras:
- Manteniendo relaciones sexuales sin protección con una persona infectada. El virus puede penetrar en el organismo a través de la mucosa de la vagina, de la vulva, del pene, del recto o de la boca. El hecho de tener alguna enfermedad de transmisión sexual (ETS) como sífilis, herpes genital, clamidia, gonorrea o vaginosis bacteriana hace que las personas sean más susceptibles a la infección por VIH y también se asocia a mayor riesgo de contraer la infección por VIH durante las relaciones sexuales con parejas infectadas.
- Mediante el uso compartido de agujas y jeringas (como el que se da en consumidores de drogas por vía intravenosa), que pueden estar contaminadas con pequeñas cantidades de sangre de alguna persona infectada por el VIH.
- Durante el embarazo o el nacimiento. Aproximadamente entre un 25%-35% de las mujeres embarazadas infectadas por el VIH que no se tratan pasará la infección a sus bebés. El VIH también se contagia a través de la leche materna. Si la madre se trata con alguno de los tratamientos antiretrovirales durante el embarazo, las posibilidades de transmitir la enfermedad al hijo se reducen de manera significativa.
- A través del contacto con sangre infectada.
- Actualmente, debido al cribado de la infección por VIH en la sangre de donantes y gracias al tratamiento térmico de los derivados sanguíneos, el riesgo de contagio por transfusiones es muy pequeño. Sin embargo, antes de que la sangre se analizara para detectar la presencia del VIH y antes de emplear determinadas técnicas para eliminar el VIH en los derivados sanguíneos (como el factor VIII y la albúmina), el VIH se podía transmitir a través de tranfusiones de sangre o de componentes sanguíneos contaminados. En zonas geográficas en las que no se realiza el cribado sistemático de la infección por VIH en las sangres donadas, existe todavía el riesgo de contraer la infección por este mecanismo de transmisión.
Al principio de la infección, el VIH ocasiona síntomas similares a los de una gripe; incluso hay individuos que no manifiestan sintomatología alguna. La única manera de saber si una persona ha contraído la infección es realizando alguna prueba de laboratorio para el VIH.
Es importante que las personas infectadas por el VIH lo notifiquen a los profesionales sanitarios así como a sus contactos sexuales o a personas con las que compartan jeringuillas.
Todos los nuevos casos de infección por VIH deben notificarse a las autoridades sanitarias pertinentes pasa mantener así un registro y poder establecer la incidencia de la infección y proporcionar medidas de prevención oportunas.
Desarrollo del SIDA
El VIH a menudo ocasiona inicialmente una enfermedad aguda, inespecífica, con síntomas similares a los de la gripe. En esta fase de la infección, hay gran cantidad de partículas víricas en sangre y en el organismo. Al cabo de unas 2 a 8 semanas de la exposición al VIH, el sistema inmunitario del individuo responde produciendo anticuerpos frente al virus. A medida que el virus infecta unas células inmunitarias conocidas como linfocitos T CD4 (o cooperadores), la cantidad de estas células disminuye. A pesar de que aparentemente el individuo puede parecer estar sano durante varios años, si no se instaura tratamiento el VIH continúa replicándose en el interior de los linfocitos CD4, destruyéndolos. El VIH puede acantonarse en sitios como el cerebro o los ganglios linfáticos, donde puede persistir a pesar de que se siga el tratamiento.
SIDA hace referencia a las fases más avanzadas de la infección por VIH. Según los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), se diagnostica SIDA cuando el número de linfocitos CD4 es inferior a 200 células/mm3. También se establece el diagnóstico de SIDA cuando una persona infectada por el VIH desarrolla alguna enfermedad relacionada con el SIDA, como tuberculosis o neumonía causada por el microorganismo Pneumocystis jiroveci (o Pneumocystis carinii). En personas con SIDA, las infecciones oportunistas son graves, incluso mortales, debido a que el sistema inmunitario está tan deteriorado que es incapaz de luchar contra bacterias, virus, hongos o parásitos. Las personas con VIH/SIDA presentan mayor riesgo de desarrollar ciertos cánceres y otros trastornos, por ejemplo de tipo neurológico.
Acerca de la infección por VIH y SIDA
Signos y síntomas
La infección por VIH causa inicialmente un cuadro agudo con signos y síntomas inespecíficos similares a los de la gripe como fiebre, fatiga, dolor de cabeza, dolor de garganta y aumento de tamaño de los ganglios linfáticos. Algunas personas no presentan síntomas destacables. En la mayoría de individuos, los síntomas iniciales desaparecen en unas pocas semanas. La única manera de tener la certeza de que se ha contraído la infección es realizando alguna prueba de laboratorio para el VIH.
Si no se detecta ni se trata la infección, el VIH progresivamente infecta y destruye más células CD4 o linfocitos CD4, con lo que la cantidad de estas células disminuye. El sistema inmunitario del individuo se va debilitando y pueden aparecer los siguientes signos y síntomas:
- Aumento permanente del tamaño de los ganglios linfáticos.
- Fiebre recurrente.
- Pérdida de peso.
- Sudoraciones nocturnas.
- Cansancio.
- Diarrea persistente.
- Erupciones cutáneas.
- Llagas o úlceras en la boca, genitales o ano.
- Dificultad para concentrarse y pérdida de memoria.
En los niños infectados por VIH durante o antes del nacimiento, los síntomas suelen aparecer en un par de años. No es raro que presenten un retraso del crecimiento y que se pongan enfermos a menudo. La neumonía es bastante común en niños con infección congénita por VIH.
Si no se trata, la infección por VIH progresa hacia SIDA. SIDA hace referencia a los estadios más avanzados de la infección por VIH. Las personas con SIDA pueden contraer infecciones graves conocidas como infecciones oportunistas, causadas por bacterias, virus, hongos y parásitos. En personas sanas VIH negativas, estas infecciones no ocasionan enfermedad.
Algunas infecciones oportunistas frecuentes en personas con SIDA causan signos y síntomas como:
- Tos y dificultad respiratoria.
- Sudoración nocturna profusa.
- Escalofríos o fiebre alta durante varias semanas.
- Convulsiones y falta de coordinación.
- Dolor o dificultades al tragar.
- Síntomas mentales como confusión y olvidos.
- Diarreas persistentes y graves.
- Pérdida de visión.
- Náuseas, calambres abdominales y vómitos.
- Pérdida de peso.
- Fatiga extrema.
- Dolores de cabeza importantes.
- Coma.
Pruebas de laboratorio
Las pruebas de laboratorio asociadas a la infección por VIH suponen: detectar el antígeno p24 del VIH o los anticuerpos que la persona desarrolla frente al virus, medir la cantidad de virus, o bien detectar el ácido nucleico viral. Los objetivos de estas pruebas son:
- Realizar un cribado y diagnosticar las infecciones por VIH.
- Medir y monitorizar la cantidad de virus en sangre (carga viral).
- Evaluar la resistencia del VIH a los fármacos empleados en el tratamiento.
Pruebas de cribado
La única manera de tener la certeza de que se ha contraído la infección por VIH es realizando pruebas concretas de laboratorio. La detección y el tratamiento precoces y la monitorización de la función del sistema inmunitario permiten mejorar significativamente la salud del individuo a largo plazo. El hecho de saber que se es VIH positivo motiva al individuo para modificar algunos comportamientos o estilos de vida que se asocian a mayor riesgo, tanto a nivel personal como para los demás.
Son muchos los organismos nacionales e internacionales que recomiendan el cribado sistemático de la infección por el VIH. Los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), el American College of Physicians (ACP) y la U.S. Preventive Services Task Force (ESPSTF) recomiendan la realización de una prueba de cribado de la infección como mínimo una vez a cualquier persona entre 13 y 64 años (o 15 a 65 para USPSTF) y a embarazadas.
Además, se recomienda también el cribado en los siguientes casos:
- Personas diagnosticadas de hepatitis, tuberculosis o alguna enfermedad de transmisión sexual (ETS).
- Personas que recibieron transfusiones de sangre antes del año 1985 o personas con parejas sexuales que recibieron una transfusión y que posteriormente han resultado ser VIH-positivas.
- Personal sanitario con exposición directa a la sangre.
- Cualquier persona que crea que puede haber resultado infectada.
Se recomienda un cribado como mínimo con carácter anual el personas con mayor riesgo, como en los siguientes casos:
- Si se ha practicado sexo sin protección alguna con más de una pareja desde el último análisis de cribado del VIH.
- En varones que mantienen relaciones homosexuales.
- Ante inyecciones de drogas de abuso, especialmente si se comparten jeringuillas u otros dispositivos.
- Si se mantienen relaciones sexuales a cambio de dinero o drogas.
- Si la persona con la que se han mantenido relaciones sexuales es VIH-positiva.
- Si las relaciones sexuales se han mantenido con una persona que pueda clasificarse dentro de las categorías que se acaban de citar o si no se conoce con detalle las posibles conductas de riesgo de la pareja.
Si desea más información acerca de las recomendaciones del cribado de la infección por VIH, acceda a los siguientes artículos de esta misma página web: cribado de adolescentes, cribado de adultos jóvenes, cribado de adultos, cribado de adultos mayores de 50 años, embarazo y cribado de los recién nacidos.
Se dispone de diferentes pruebas para el cribado del VIH:
- Prueba combinada: anticuerpos frente a VIH y antígeno del VIH, es la prueba de elección. Detecta el antígeno p24 más los anticuerpos frente a VIH-1 y VIH-2 (VIH-1 es el tipo más común, VIH-2 tiene mayor prevalencia en zonas de África). El nivel de antígeno p24 y la cantidad de virus (carga viral) aumentan de manera significativa ya muy poco después de la infección. Con el antígeno p24 se detectan infecciones recientes, antes de que se hayan producido anticuerpos frente a VIH. A las 2-8 semanas de la exposición al virus, se producen anticuerpos en respuesta a la infección que permanecerán en sangre. Así, la prueba de detección de anticuerpos es útil para detectar infecciones algunas semanas después de que se haya producido la exposición al VIH. Al combinar la detección de anticuerpos y antígeno, esta prueba combinada aumenta la probabilidad de detectar la infección
- Determinación de anticuerpos frente al VIH: las distintas pruebas detectan la variedad VIH-1 y algunas de ellas además la VIH-2. Estas pruebas pueden realizarse en otros fluidos además de la sangre
- Determinación del antígeno p24: raramente se emplea como prueba aislada, tan solo si se cree que pueden existir interferencias con la prueba de detección de anticuerpos.
Existen pruebas que puede realizarse uno mismo en su domicilio. Sin embargo, estas pruebas presentan dos limitaciones importantes: 1) las pruebas realizadas a partir de muestras orales tienen menor sensibilidad que las realizadas en sangre, y por ello no se detectan algunos casos de infección que sí se habrían detectado en sangre, y 2) la prueba que uno mismo se realiza nunca será tan exacta ni precisa como si se realizara en un laboratorio de referencia con personal experto.
Diagnóstico
Si cualquiera de las pruebas de cribado anteriores resulta positiva, debe realizarse una segunda prueba para confirmar el diagnóstico. Esta segunda prueba radica en una prueba de detección de anticuerpos distinta a la anteriormente citada. Si los resultados entre la primera y la segunda prueba son discordantes, debe realizarse una tercera prueba que consiste en evaluar el material genético (ARN) del virus (prueba de amplificación del ácido nucleico o NAAT, por sus siglas en inglés). Si la prueba del ARN del VIH es positiva, existe infección.
Otras pruebas:
- Carga viral HIV: mide la cantidad de virus en la sangre. Se solicita una vez establecido el diagnóstico para determinar el estadio de la enfermedad y a intervalos regulares para monitorizar la eficacia del tratamiento.
- Recuento de linfocitos CD4: se mide el número de células T CD4 en la sangre. Se solicita en el momento del diagnóstico para disponer de un valor de base que oriente acerca del estado del sistema inmunitario, y a intervalos regulares para monitorizar el tratamiento. Si la evolución de la infección es favorable, se solicita anualmente.
- Resistencia genotípica del VIH al tratamiento: se solicita para determinar si la cepa del VIH que presenta el individuo es resistente al tratamiento del que se dispone. Se solicita en el momento del diagnóstico para saber si el VIH es resistente a algún fármaco. También se solicita una vez se ha iniciado el tratamiento, o si éste se ha modificado, o si existe evidencia de la ineficacia del tratamiento.
- Determinación de la resistencia fenotípica del VIH: a veces solicitado en personas resistentes a múltiples tratamientos antirretrovirales. Esta prueba evalúa si la cepa de VIH que produce la infección puede inhibirse con diferentes concentraciones de fármacos antirretrovirales.
- En personas en las que se pretende administrar abacavir, puede analizarse HLA-B*5701. Si el resultado es positivo los individuos tendrán mayor riesgo de desarrollar reacciones de hipersensibilidad que pueden ser graves, y por ello se considerará la administración de un fármaco distinto. Si desea más información, refiérase al artículo sobre pruebas farmacogenéticas.
Normalmente, a una persona con infección por el VIH se le solicitan muchas otras pruebas. Pueden realizarse pruebas para la identificación de las infecciones oportunistas y para su monitorización, así como para controlar posibles complicaciones y toxicidades medicamentosas. También se pueden solicitar pruebas regularmente para evaluar el estado de salud del individuo y el funcionalismo de sus órganos:
- Hemograma.
- Urianálisis.
- Pruebas para la detección de enfermedades de transmisión sexual: gonorrea, sífilis.
- Pruebas para detectar hepatitis, tuberculosis.
- Electrolitos, glucosa, urea, creatinina, perfil renal, perfil lipídico, perfil hepático, por citar algunos otros ejemplos.
Otras pruebas ajenas al laboratorio
Habitualmente se realizan pruebas adicionales, como radiografías de tórax u otras, para evaluar la situación clínica del individuo.
Prevención y tratamiento
Prevención
Actualmente, la infección por VIH no puede curarse ni existe vacuna para su prevención, sin embargo la mayoría de casos pueden prevenirse si se evita actividades de alto riesgo, como mantener relaciones sexuales sin protección o compartir jeringuillas. Los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) recomiendan la realización de un cribado de manera rutinaria para detectar la infección en personas sin síntomas. Es muy importante el diagnóstico precoz de la infección para poder evitar su transmisión y para poder evaluar, monitorizar y tratar precozmente a cualquier persona infectada.
Si durante el embarazo se trata a las madres infectadas, si se toman las precauciones oportunas en el momento del parto y si se evita la lactancia materna, se consigue minimizar el riesgo de transmisión de la infección de la madre al hijo. La administración intravenosa de zidovudina (fármaco antiretrovírico) a la madre durante el parto y al recién nacido dos veces al día durante 6 semanas, reduce la tasa de transmisión de un 25-35% hasta un 1-2%. Si se combinan varios fármacos antiretrovirales se aumenta la efectividad del tratamiento y se reduce el riesgo de transmisión de la infección de la madre al hijo.
Los profesionales sanitarios deberían de tomar precauciones (utilizar siempre guantes, no pincharse accidentalmente) para no contraer la infección.
Tratamiento
Los objetivos del tratamiento de la infección por el VIH y del SIDA persiguen disminuir la replicación viral hasta niveles indetectables, preservando el sistema inmune del individuo y su salud. El hecho de disminuir la replicación viral previene o inhibe posibles mutaciones del VIH y el desarrollo de resistencias a fármacos; además, enlentece la progresión de la enfermedad a la vez que permite que el número de células T CD4 vuelva a aumentar, mejorando así la función inmunitaria. También es importante tratar las complicaciones y las infecciones oportunistas, así como todos los efectos secundarios y la toxicidad asociados al tratamiento.
El U.S. Department of Health and Human Services (DHHS) Panel on Antiretroviral Guidelines for Adults and Adolescents y la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan iniciar el tratamiento desde el mismo momento de la detección de la infección, incluso en embarazadas. Con los avances conseguidos hasta la fecha, las personas infectadas por VIH viven más y mejor. Una vez se ha empezado el tratamiento, es importante mantenerlo de por vida. Las interrupciones del tratamiento pueden conllevar aumentos de la cantidad de virus (carga viral) y se asocian a mayor riesgo de desarrollo de resistencia a fármacos, a disminución de la función del sistema inmunitario a la vez que favorecen la progresión de la enfermedad.
Selección del fármaco
Una persona puede infectarse por cepas de VIH resistentes o susceptibles al tratamiento. En el momento del diagnóstico ya se realiza un análisis de sangre para saber si puede desarrollarse resistencia al tratamiento. Existen varios tipos de fármacos antiretrovirales actualmente utilizados en el tratamiento de la infección por VIH/SIDA. Las personas toman como mínimo tres fármacos de distinta clase para así prevenir o minimizar la replicación del virus y la emergencia de cepas resistentes. Cuando se combina tres o más fármacos antiretrovíricos se habla de HAART (highly active antiretroviral therapy o tratamiento antiretroviral altamente activo). A pesar de que existen ciertas preferencias en cuanto a los fármacos a administrar, la medicación específica debe ajustarse para cada individuo y en función de la cepa que le causa la infección.
Es posible que se evalúe y modifique el tratamiento si se detecta un fallo en la respuesta del individuo al mismo, lo que indica el desarrollo de resistencia a uno o más de los fármacos empleados. También se modifica el tratamiento si la persona experimenta efectos indeseables secundarios al tratamiento o toxicidad debida al mismo; esto se relaciona con la capacidad de cada persona para absorber y metabolizar los fármacos.
Es recomendable mantener un diálogo y un intercambio de opiniones entre paciente y médico durante toda la vida, para ajustar la medicación según las necesidades. A veces, el tratamiento de personas que han desarrollado resistencia a uno o más fármacos o clases de fármacos constituye un auténtico reto; los afectados pueden consultar con médicos especialistas en tratar a pacientes previamente tratados. Continuamente se están desarrollando nuevos fármacos que se van introduciendo como alternativas terapéuticas.
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En otras webs:
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC): VIH
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades: Acerca del VIH
Ministerio de Sanidad: Vigilancia epidemiológica del VIH y SIDA en España 2021
Organización Mundial de la Salud: VIH y sida
National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIH): Division of AIDS
United Nations. UNAIDS: Joint United Nations Programme on HIV/AIDS