COVID-19 es el nombre de la infección y enfermedad causada por una nueva cepa de coronavirus denominada SARS-CoV-2. Uno de los tipos de pruebas para la COVID-19 detecta el material genético (ARN) del virus en una muestra de las vías respiratorias. Por otra parte, la serología en sangre detecta los anticuerpos creados en respuesta a la infección. La prueba de detección de antígeno detecta proteínas del virus en muestras respiratorias, pero su uso no está muy extendido aún.
El SARS-CoV-2 es un virus nuevo que apareció en diciembre del año 2019 y se extendió por el planeta muy rápidamente, provocando que la Organización Mundial de la Salud declarase el brote como pandémico y el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social español declarase la Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional. A medida que la pandemia ha evolucionado, los grupos científicos siguen estudiando el virus y aprendiendo sobre la COVID-19.
Hay siete coronavirus conocidos que pueden infectar a las personas, la mayoría de los cuales producen síntomas respiratorios leves o moderados. Sin embargo, la COVID-19 es más parecida al Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) y al Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), ya que puede originar una enfermedad más grave y, en algunos casos, causar neumonía e incluso la muerte.
Como el SARS-CoV-2 es un virus nuevo, todas las personas son susceptibles de infectarse, y aún no se puede saber quién podría desarrollar complicaciones graves. Al contrario que la gripe estacional, que también puede causar enfermedad grave o la muerte, no existe actualmente una vacuna ni un tratamiento específico para la infección por SARS-CoV-2.
Alrededor de 1-2 semanas tras el contagio, el cuerpo comienza a producir anticuerpos frente al virus, cuyo nivel va aumentando progresivamente a lo largo del tiempo. Sin embargo, aún no se sabe durante cuánto tiempo se siguen produciendo estos anticuerpos o si protegen frente a la reinfección, proporcionando inmunidad (para más información sobre anticuerpos en general, incluyendo IgG, IgM e IgA, puede consultar artículo sobre Inmunoglobulinas).
Algunas personas infectadas pueden ser asintomáticas o no tener síntomas visibles y, aún así, ser contagiosas, pudiendo transmitir el virus a otras personas (portadores asintomáticos). Los datos previos indican que el 80% de las personas infectadas no desarrollarán síntomas o tendrán una enfermedad de leve a moderada, y se recuperarán en 1-2 semanas. Si los síntomas de la COVID-19 aparecen, habitualmente lo hacen entre los días 2 a 14 después del contacto con el virus. Varios estudios sugieren que el período medio desde la exposición hasta desarrollar la enfermedad (período de incubación) es alrededor de 5 días, y que el 97% de las personas que desarrollan síntomas lo harán en los primeros 11 días.
Los síntomas principales de la COVID-19 son tos, sensación de falta de aire o dificultad para respirar. Otros síntomas pueden ser fiebre, escalofríos, dolores musculares, dolor de cabeza, dolor de garganta y pérdida de los sentidos del gusto y el olfato. Los síntomas pueden aparecer y desaparecer, con períodos tiempo en que la persona enferma se siente mejor. Los niños y bebés generalmente tienen una enfermedad más leve, pero pueden llegar a desarrollar los mismos síntomas que un adulto.
El riesgo de enfermedad grave aumenta con la edad y la presencia de problemas de salud previos, tales como enfermedad cardíaca, pulmonar, hipertensión, diabetes o un sistema inmunitario debilitado. Algunas personas con COVID-19 pueden desarrollar neumonía (infección pulmonar). En los casos más graves, puede ser necesario utilizar un respirador para asegurar unos niveles de oxígeno suficientes. Aunque la COVID-19 es una infección principalmente respiratoria, estudios más recientes indican que puede afectar a otros órganos tales como el corazón, el cerebro o los riñones. En los casos más graves, la COVID-19 puede desembocar en un fallo de los órganos o en la muerte.
Pruebas para la COVID-19
Los signos y síntomas iniciales de la COVID-19 son muy difíciles de diferenciar de los del resfriado común u otras enfermedades respiratorias, por lo que las pruebas son necesarias para ayudar en el diagnóstico de la infección actual o pasada.
- Reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa (RT-PCR) – La mayoría de las pruebas que buscan la infección actual por SARS-CoV-2 utilizan RT-PCR para detectar el ácido ribonucleico (ARN) del virus en una muestra de las vías respiratorias del paciente. La PCR es un método de laboratorio que se utiliza para crear un gran número de copias de fragmentos de ácido desoxirribonucleico (ADN) aunque se encuentre en muy pocas cantidades en la muestra, de forma que puedan ser detectados. Este proceso se llama “amplificación” del ADN (ver el artículo sobre la PCR para más detalles). La transcripción inversa permite transformar el ARN en ADN para que se pueda amplificar mediante PCR.
- Prueba de anticuerpos en sangre (totales, IgG, IgM) frente al SARS-CoV-2 (serología) – Estas pruebas detectan los anticuerpos producidos por el sistema inmunitario del cuerpo en respuesta al SARS-CoV-2. La serología de la COVID-19 informa sobre si el paciente ha tenido o no la infección en el pasado. Sin embargo, la prueba de anticuerpos no es el método de elección para diagnosticar una infección actual. Los anticuerpos no aparecen hasta 1-2 semanas después del inicio de la enfermedad, por lo que las pruebas de anticuerpos pueden ser negativas en infecciones recientes.
Existen pruebas rápidas de anticuerpos (llamadas también tests rápidos) que utilizan una muestra de sangre capilar obtenida mediante la punción de la yema del dedo dando resultados positivos o negativos. Para más información sobre anticuerpos, también llamados inmunoglobulinas, ver el artículo sobre inmunoglobulinas.
¿Cómo se recoge la muestra para el análisis?
Una toma de muestras correcta es imprescindible para que el resultado de la prueba para SARS-CoV-2 sea fiable.
- Para la prueba RT-PCR: La muestra ideal se denomina frotis nasofaríngeo. Se recoge haciendo que el paciente levante la cabeza para introducir una torunda (similar a un bastoncillo de los oídos, aunque más larga y fina) suavemente a través de las fosas nasales hasta que se encuentra resistencia (unos 5 cm). Se mantiene en esta posición durante unos segundos, luego se gira varias veces y se extrae. No es doloroso, pero puede ser incómodo, causar lagrimeo o provocar tos. Las guías de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) consideran el uso de otros tipos de muestra cuando el frotis nasofaríngeo no se puede obtener. Entre ellas se encuentra la introducción de una torunda por la boca hasta la garganta (frotis orofaríngeo), o a la entrada de las fosas nasales (frotis nasal). En ocasiones, se realizan juntos un frotis nasofaríngeo y otro orofaríngeo para aumentar las posibilidades de obtener una cantidad suficiente de virus para realizar la prueba. Ambas torundas se pueden enviar al laboratorio en el mismo tubo con un medio de transporte. A veces se puede recoger una muestra de saliva pidiéndole que escupa en un contenedor.
- Para la prueba de anticuerpos: Se obtiene una muestra de sangre venosa mediante la punción con una aguja en una vena del brazo, o bien mediante la punción de la yema del dedo y recogiendo unas gotas de sangre.