Trastornos mieloproliferativos

27/11/2022

También conocido como: síndromes mieloproliferativos, alteraciones mieloproliferativas, SMP

¿En qué consiste?

Los trastornos mieloproliferativos constituyen un subgrupo de enfermedades de la médula ósea. Se caracterizan por la sobreproducción de uno o varios tipos de las células sanguíneas en la médula ósea.

La médula ósea es un tejido graso blando localizado en el centro de los huesos grandes. Presenta una estructura que recuerda a una esponja o un panal de abejas y consiste en una malla fibrosa altamente organizada. En su interior existe un líquido que contiene las células madre, así como glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas de la sangre, en distintas etapas de maduración.

Normalmente el organismo mantiene un número relativamente estable de células sanguíneas en circulación. A medida que las células envejecen, mueren o se eliminan de la circulación, se producen nuevas células en la médula ósea para sustituirlas. Cuando se necesita un determinado tipo celular, algunas células madre empiezan a cambiar y se transforman en blastos inmaduros que formarán en poco tiempo el tipo de célula que necesita el organismo. Los blastos maduran para convertirse en glóbulos blancos (leucocitos), glóbulos rojos (hematíes o eritrocitos) o plaquetas. Normalmente solo se liberan a la circulación las células maduras.

En los trastornos mieloproliferativos existe una producción excesiva de alguno de los precursores celulares (por ejemplo: de células madre y blastos), lo que conduce a un aumento de la célula madura que deriva de este precursor; además se puede asistir a una disminución del resto de células de la sangre, ya que se inhibe su crecimiento o quedan totalmente desplazadas por falta de espacio. Como consecuencia aparecen signos y síntomas asociados a sobreproducción, infraproducción o disfunción de las células de la sangre.

Los síndromes mieloproliferativos más comunes son:

  • Leucemia mieloide crónica (mielocítica) (LMC): por lo general aparece en los adultos, y las personas de 65 años o más tienen un mayor riesgo de padecerla, pero raramente aparece en los niños. Las personas con LMC, a menudo no tienen síntomas al principio y, con frecuencia, se les diagnostica de forma incidental durante un examen de sangre o un examen físico de rutina. Cuando aparecen los síntomas, son similares a los de una enfermedad común y menos graves e incluyen poca energía, piel pálida, malestar estomacal causado por un bazo agrandado y pérdida de peso inexplicable. La LMC se puede rastrear con respecto a la presencia de cromosomas anormales; dentro de una célula madre en la médula ósea, partes de dos cromosomas se rompen y cambian de lugar (translocación). Esto da como resultado un gen fusionado alterado (llamado oncogen BCR/ABL1) en un cromosoma 22 anormal (también conocido como el cromosoma Filadelfia). Este gen alterado produce una proteína anormalmente funcional que conduce a la sobreproducción de glóbulos blancos. Si no se trata, la LMC conduce a anemia, inmunidad deficiente, hematomas y sangrado excesivo y un bazo marcadamente agrandado.
  • Policitemia vera (PV) también conocida como policitemia primaria (neoplásica): es una enfermedad en la que se producen demasiados precursores de glóbulos rojos en la médula ósea, independientemente de los mecanismos que normalmente regulan la producción de dichos glóbulos rojos. Esto lleva a que muchos glóbulos rojos circulen en la sangre. Cuando los glóbulos rojos se acumulan en el torrente sanguíneo, la sangre se vuelve más espesa y no pasa con fluidez por los vasos sanguíneos, lo que provoca síntomas como dolor de cabeza, mareos, problemas de visión e incluso una coagulación excesiva o un ataque al corazón. Varios factores pueden causar una mayor producción de glóbulos rojos; por ejemplo, exposición a largo plazo a bajas concentraciones de oxígeno, enfisema/enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o vivir a gran altura. Estos aumentos en los glóbulos rojos se conocen como policitemia secundaria (reactiva).
  • Mielofibrosis primaria (MFP), anteriormente conocida como mielofibrosis idiopática crónica o metaplasia mieloide agnogénica: es una enfermedad en la que las células fibrosas reemplazan gradualmente al tejido normal de la médula ósea. La densa red de fibras afecta a la función de la médula ósea y la producción de células sanguíneas y puede conducir a la producción de células sanguíneas fuera de la médula ósea, típicamente en el hígado o el bazo (lhematopoyesis extramedular). Los glóbulos rojos que ingresan en el torrente sanguíneo pueden tener malformaciones y verse como lágrimas en lugar de círculos. Es posible que haya muy pocos glóbulos rojos maduros y normales para transportar oxígeno, lo que causa anemia.
  • Trombocitemia esencial (TE): se caracteriza por un aumento de los megacariocitos, que son los precursores de las plaquetas (trombocitos) en la médula ósea. Se traduce en un aumento mantenido de plaquetas en sangre que puede dificultar la circulación de la sangre con fluidez. En las personas afectadas, aumenta el riesgo de desarrollar coágulos sanguíneos y de presentar un accidente cerebrovascular. Además, es posible que las plaquetas no funcionen adecuadamente, y por ello los individuos pueden sangrar. Debe distinguirse la trombocitemia esencial de otras trombocitosis secundarias o reactivas, en las que aumenta el número de plaquetas, pero debido a alteraciones no medulares, tales como déficit de hierro, infecciones, inflamación (por ejemplo, artritis reumatoide), hemorragias o extirpación del bazo.

Los trastornos mieloproliferativos no se curan, pero su lenta progresión facilita su control. Cada uno de los trastornos mieloproliferativos puede acabar produciendo una leucemia aguda. En estos casos, el curso de la enfermedad se acelera, los síntomas se intensifican y se deberá instaurar un tratamiento más agresivo.

Acerca de los trastornos mieloproliferativos

Signos y síntomas

La gravedad de los trastornos mieloproliferativos varía según el individuo. La enfermedad puede ser aguda y amenazar seriamente la vida del afectado o puede ser sutil, existiendo muchos años antes de diagnosticarse (a menudo casualmente). A pesar de que cada alteración tiene su propio conjunto de signos y síntomas, muchos de ellos pueden ser comunes:

  • Pérdida inexplicable de peso.
  • Debilidad y fatiga.
  • Aumento del tamaño del bazo (esplenomegalia), las células se acumulan en el bazo porque es el órgano que las elimina de la circulación; el individuo puede sentir malestar abdominal.
  • Sangrado excesivo y hematomas debido a un insuficiente número de plaquetas, o bien que sean anormales.
  • Sudoración nocturna.
  • Dolores óseos y articulares.
  • Palidez por la anemia (cuando disminuyen los hematíes).
  • Infecciones frecuentes.
  • Dolor de cabeza, mareos, entumecimiento y/o alteraciones visuales por el espesamiento de la sangre o por la presencia de coágulos.

En algunas personas con policitemia vera, el exceso de hematíes produce un aumento de la viscosidad de la sangre, dando lugar a dolores de cabeza, mareos, trastornos visuales, picor y parestesias (entumecimiento y hormigueo). A veces el exceso de hematíes puede producir complicaciones, como ulceras de estómago, cálculos renales, trombosis venosa, accidente cerebrovascular (ACV) y raramente insuficiencia cardiaca congestiva.

Las personas con policitemia vera o con trombocitemia esencial, especialmente si son mayores de 60 años, pueden desarrollar mielofibrosis; en estos casos se sustituye el tejido normal de la médula ósea por tejido fibroso, de manera similar a lo que ocurre en la mielofibrosis primaria. En las primeras fases de la enfermedad no suele haber síntomas, aproximadamente en un 30% de los casos cursa de forma asintomática. En el caso de tener signos y/o síntomas se presenta fatiga, dificultad al respirar y aumento del tamaño del bazo. Es posible que el tejido fibroso ocupe toda la médula ósea e impida la formación normal de células. La anemia puede acabar siendo grave.

La mayoría de los individuos con trombocitemia esencial no presenta síntomas, aunque algunos pueden tener trombosis o hemorragias a causa del aumento de las plaquetas disfuncionantes. Esto da lugar a hormigueo en manos y pies, dolores de cabeza, dolor torácico o disconfort, hinchazón en el área abdominal superior izquierda, debilidad, mareos, sangrados nasales y hematomas de fácil aparición.

Pruebas de laboratorio

Hemograma y recuento de leucocitos

El hemograma y el recuento de leucocitos diferencial o fórmula leucocitaria son las pruebas más frecuentemente empleadas para diagnosticar y monitorizar los trastornos mieloproliferativos. Se suelen pedir también en los exámenes de control realizados rutinariamente, para saber la cantidad y proporción relativa de cada uno de los tipos celulares en la sangre. Estas pruebas, junto con la extensión de sangre, proporcionan información acerca del tamaño, forma y estado de maduración celular.

El hemograma y el recuento de leucocitos diferencial permiten detectar aumentos, disminuciones y otras anomalías de las células de la sangre, siendo de gran ayuda en la determinación de la causa de enfermedades, así como su gravedad, progresión y respuesta al tratamiento.

  • En la policitemia vera aumentan los hematíes, las plaquetas y a veces, los leucocitos.
  • En la mielofibrosis frecuentemente se observan granulocitos inmaduros, hematíes morfológicamente anómalos (dacriocitos o en forma de lágrima) y células de la serie roja inmaduras nucleadas. A menudo el número total de leucocitos y de hematíes está disminuido.
  • En la trombocitemia se observa un gran aumento de plaquetas siendo algunas de ellas anormalmente grandes; también pueden observarse acúmulos de plaquetas.

Las alteraciones en el recuento celular pueden también verse en otros trastornos crónicos, de manera que será necesario realizar pruebas adicionales para confirmar o descartar un trastorno mieloproliferativo.

Biopsia o aspirado de la médula ósea

Si el médico sospecha un trastorno de la médula ósea puede solicitar un aspirado o biopsia de la médula ósea para obtener una pequeña cantidad de médula. El visualiza al microscopio la médula ósea y puede observar el número, tamaño y apariencia de varias células. También puede observar si existe un crecimiento excesivo de algunos tipos celulares, el tejido fibroso y detectar tumores. Con este análisis se pueden diagnosticar la mayor parte de enfermedades de la médula ósea, aunque es posible que sean necesarias determinadas pruebas adicionales para confirmar el diagnóstico.

  • Estudio cromosómico (cariotipo): implica el examen microscópico de los cromosomas en una muestra de sangre o de médula ósea. Puede utilizarse para buscar anomalías cromosómicas asociadas a la leucemia mieloide crónica.
  • Pruebas moleculares: para ciertas mutaciones genéticas asociadas con los trastornos mieloproliferativos son una importante herramienta para el diagnóstico y guiar el tratamiento.

            -Oncogen BCR-ABL1: una translocación en el gen BCR/ABL1, presente en el cromosoma 22 (conocido como               cromosoma Filadelfia), se asocia con la leucemia mieloide crónica.

            -Mutación JAK2: las mutaciones se asocian con policitemia vera, trombocitemia esencial y mielofibrosis               primaria.

            -Prueba MPL: las mutaciones se asocian con la trombocitemia esencial y mielofibrosis primaria.

            -Prueba CALR: las mutaciones se asocian con la trombocitemia esencial y mielofibrosis primaria.

Otras pruebas que pueden solicitarse incluyen:

  • Gases en sangre: mide la cantidad de gases en la sangre y puede solicitarse en el caso de sospecha de policitemia vera. Las concentraciones bajas de oxígeno se asocian a policitemias secundarias.
  • Eritropoyetina: es una hormona que estimula la producción de hematíes en la médula ósea. En la policitemia primaria, la eritropoyetina está baja o indetectable, pero en las policitemias secundarias está normal o elevada.

Otras pruebas diagnósticas ajenas al laboratorio

La radiología u otras pruebas de imagen pueden ser útiles para detectar signos de enfermedad, como masas de células en tórax, bazo o hígado.

Tratamiento

Los trastornos mieloproliferativos (SMP) no se pueden prevenir o curar en la mayoría de casos. El objetivo del tratamiento es enlentecer la progresión de la enfermedad y aliviar los síntomas y las complicaciones debidas a una producción excesiva, insuficiente o anómala de células. El tratamiento específico depende del tipo de SMP, la gravedad y los síntomas. Los siguientes son unos cuantos ejemplos.

  • Para algunos, la espera vigilante puede ser suficiente durante varios años. Estos pacientes visitarán a sus profesionales de la salud con regularidad para controlarlos y tomarán aspirina para prevenir los coágulos sanguíneos.
  • La flebotomía es el procedimiento para extraer sangre de una vena. La flebotomía terapéutica es un procedimiento similar a la donación de sangre y se puede usar en el tratamiento de SMP para eliminar el exceso de células sanguíneas. Por ejemplo, en la policitemia vera, se pueden usar flebotomías terapéuticas frecuentes para disminuir la cantidad y el volumen de glóbulos rojos en la sangre. Una vez que la cantidad de glóbulos rojos se ha reducido lo más cercano posible a los límites normales, se monitoriza a la persona y se usan flebotomías terapéuticas ocasionales para mantener los niveles bajo control.
  • Algunos medicamentos también pueden reducir el volumen de células sanguíneas. Un ejemplo es el medicamento de quimioterapia suave hidroxiurea, que se puede usar para reducir los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas.
  • Las transfusiones se usan para agregar glóbulos rojos o plaquetas al torrente sanguíneo para reemplazar los destruidos por la enfermedad o los medicamentos.
  • Si el bazo está agrandado, se puede extirpar quirúrgicamente. Si la cirugía no es una opción, la radioterapia puede dirigirse al bazo para eliminar las células sanguíneas anormales.
  • La quimioterapia, como la que se usa para la leucemia mieloide aguda (LMA), se puede usar para controlar la producción de células sanguíneas anormales, especialmente si el SMP llega a una fase llamada "crisis blástica" cuando hay un aumento en la cantidad de blastos anormales (precursores celulares) en la médula ósea o en la sangre.
  • Las personas con SMP grave o avanzado pueden recibir tratamiento con un trasplante de médula ósea conocido como trasplante de células hematopoyéticas. Este es actualmente el único tipo de tratamiento que tiene el potencial de curar la enfermedad.
  • Varias terapias dirigidas tienen como objetivo inhibir las proteínas anormales relacionadas con mutaciones genéticas en el SMP. Por ejemplo, los medicamentos llamados inhibidores de la tirosina quinasa (imatinib, dasatinib, nilotinib) pueden atacar la proteína BCR-ABL anormal en las células de la leucemia mieloide crónica. Ruxolitinib inhibe la proteína JAK2 y se usa para tratar la mielofibrosis primaria de riesgo intermedio a alto y mielofibrosis derivada de policitemia vera preexistente o trombocitemia esencial. Se están explorando otros tipos de terapias dirigidas en ensayos clínicos.

Enlaces

Pruebas relacionadas:

Hemograma

Recuento de leucocitos

Gases en sangre 

Eritropoyetina

Estudio de la médula ósea

Mutación JAK2

Oncogen BCR-ABL1

Estados fisiológicos y enfermedades:

Trastornos de la médula ósea

Anemia

Leucemia

Hemocromatosis

Linfoma

En otras webs:

Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH)

Medline: Leucemia

KidsHealth: Leucemia

MayoClinic: Leucemia

Instituto Nacional del Cáncer (NIH): Leucemia—Versión para pacientes

Instituto Nacional del Cáncer (NIH): Leucemia—Versión para profesionales de salud

American Cancer Society (ACS): Leucemia

American Society of Hematology (ASH): Leukemia

The Leukemia & Lymphoma Society

National Cancer Institute: Find NCI-Supported Clinical Trials

Pregúntenos

Thank you! Your submission has been received!
Oops! Something went wrong while submitting the form.
Pregúntenos image