Para detectar o realizar el seguimiento de diferentes enfermedades, como las enfermedades renales o las infecciones del tracto urinario (ITU).
Para detectar o realizar el seguimiento de diferentes enfermedades, como las enfermedades renales o las infecciones del tracto urinario (ITU).
Unos 20 mL de orina son suficientes para obtener resultados fiables. En ocasiones se puede solicitar una “recogida limpia” (las mujeres deben separar los labios menores de la vagina y limpiar la zona de delante hacia atrás; los hombres deben limpiar la punta del pene). Es importante comenzar a orinar, dejar que la porción inicial de la orina caiga al inodoro y recoger solamente unos 20 mL de orina intermedios en el contenedor, expulsando el resto con normalidad.
Para esta prueba no se necesita ninguna preparación especial.
El urianálisis se utiliza como una herramienta de cribado o de diagnóstico que ayuda a detectar en la orina aquellas sustancias o material celular asociados a distintas patologías como la infección del tracto urinario, enfermedad renal, enfermedad hepática, diabetes y otras enfermedades metabólicas.
El urianálisis combina un examen macroscópico (visual), bioquímico y microscópico para detectar células, fragmentos celulares y sustancias como cristales o cilindros que pueden estar asociadas con alguna de las patologías citadas anteriormente. Se pueden detectar alteraciones que precisen de un seguimiento posterior o de la realización de más pruebas para establecer el diagnóstico. Es frecuente que sustancias como las proteínas o la glucosa aparezcan en la orina antes de que el individuo sea consciente de que puede presentar algún problema de salud.
En las personas con enfermedades agudas o crónicas, como puede suceder en la enfermedad renal o la diabetes, el urianálisis puede solicitarse regularmente, en conjunto con otras pruebas como la albúmina en orina, para valorar la función del órgano, el estado de la enfermedad y la respuesta al tratamiento.
Se suele realizar un urianálisis como parte de un control de salud rutinario, en las embarazadas, al ingresar en un hospital o antes de una cirugía.
También es probable que se realice un urianálisis a los pacientes con signos o síntomas propios de una infección del tracto urinario o de una enfermedad renal. Entre los signos o síntomas se incluyen:
El urianálisis también se puede solicitar de forma seriada, para valorar la evolución de una enfermedad conocida.
Los resultados del urianálisis pueden tener distintas interpretaciones. Un resultado anormal es señal de que hay algo que puede estar alterado y es necesario realizar una evaluación adicional. El médico se encarga de establecer la correlación entre los resultados del urianálisis y los signos o síntomas del paciente para solicitar pruebas adicionales dirigidas, como un hemograma, un perfil renal, un perfil hepático o un urocultivo.
Generalmente, cuanto mayor sea la cantidad de sustancia anómalas detectadas (glucosa, proteínas, hematíes, etc), más probable será que realmente exista un problema de salud importante. Sin embargo, los resultados no permiten saber cuál es la causa exacta del hallazgo, ni tampoco si se trata de un trastorno agudo o crónico.
El hecho de presentar un urianálisis normal tampoco garantiza que no exista enfermedad. Es posible que en los estadíos precoces de una enfermedad no se expulsen concentraciones elevadas de una sustancia determinada, o puede que haya individuos que sólo las excreten esporádicamente en algún momento del día, lo que significa que podrían no detectarse con el análisis de una muestra aislada de orina. Si la orina se encuentra muy diluida es posible que no se lleguen a detectar ciertas sustancias.
Existen una serie de factores que pueden interferir con los resultados del urianálisis. Es muy importante realizar la “recogida limpia” en el caso de que esté indicado en las instrucciones facilitadas con el contenedor de recogida de la muestra. El médico debe conocer la historia clínica completa del paciente, incluyendo cualquier medicamento con o sin receta, suplemento alimentario o producto de parafarmacia que esté tomando. También es importante saber, en el caso de las mujeres, si la muestra se ha obtenido durante la menstruación.
Debido a que se trata de una prueba de cribado, el momento en el que se recoge la muestra no suele ser importante, aunque la muestra preferida es la correspondiente a la primera micción de la mañana por ser la más concentrada. Sin embargo, si el médico está investigando algún aspecto especial, puede que indique recoger la orina a una hora determinada del día.
En la mayoría de las consultas médicas se puede realizar el estudio macroscópico y bioquímico de la orina. Si se obtiene un resultado anómalo en el estudio macroscópico o bioquímico, la muestra podría ser enviada a un laboratorio para la realización del estudio microscópico. En ocasiones, la muestra se envía directamente al laboratorio para realizar el urianálisis completo.
No existen dispositivos caseros para realizar un urianálisis completo porque la prueba requiere una instrumentación especial y cierta habilidad técnica. Sin embargo, existen tiras reactivas comercializadas y de venta en farmacias que permiten realizar parte del examen bioquímico como medir el pH urinario, la glucosa o los cuerpos cetónicos en la orina.
Durante el examen macroscópico, el especialista de laboratorio observa el color y turbidez de la orina, que pueden indicar el tipo de sustancias que la componen. El resultado se interpreta en conjunto con los datos del examen bioquímico y microscópico que permiten confirmar las sustancias presentes.
La orina puede ser de muchos colores, aunque generalmente tiene diferentes tonos de amarillo, variando desde un amarillo pálido casi transparente hasta un amarillo oscuro o ámbar. Un color inusual puede deberse a enfermedades, medicamentos (por ejemplo, los complejos vitamínicos pueden dar un color amarillo brillante a la orina) o al consumo de ciertos alimentos. Por ejemplo, algunas personas pueden emitir orina rojiza tras comer remolacha, debido al pigmento que contiene y no es un dato preocupante. Sin embargo, la orina rojiza también aparece cuando contiene sangre y puede ser indicativa de una enfermedad o una lesión en algún punto del sistema urinario. Otro ejemplo podría ser la orina de color marrón o verdoso por presencia de bilirrubina.
Generalmente los laboratorios informan este parámetro con los términos “clara y transparente”, “ligeramente turbia” o “turbia”. La orina “normal” debe ser clara o ligeramente turbia. Las sustancias que pueden aumentar la turbidez pero no se consideran patológicas son el moco, el esperma, el líquido prostático, las células epiteliales, los cristales y contaminantes como cremas o polvos. Otras sustancias que pueden aumentar la turbidez y hacen necesario un estudio posterior son los hematíes, los leucocitos o las bacterias.
Para la realización del examen bioquímico, la mayoría de los laboratorios utilizan tiras reactivas formadas por una serie de almohadillas que contienen diferentes sustancias químicas. El especialista de laboratorio sumerge la tira en la orina para que reaccione con los productos químicos de las almohadillas y éstas cambien de color. Estas reacciones pueden durar entre segundos y varios minutos. Para evitar errores en el manejo de los tiempos y reducir las variaciones en la interpretación del color por parte de diferentes observadores, los laboratorios suelen utilizar equipos automatizados para la lectura de las tiras.
La intensidad del cambio de color de algunas de las almohadillas permite aproximar la cantidad de sustancia presente. Por ejemplo, una variación ligera del color en la almohadilla de las proteínas indica que hay poca cantidad de proteínas, mientras que un cambio brusco indicará que la concentración de proteínas es alta.
El examen bioquímico se suele realizar en conjunto o seguido de un examen microscópico de la orina si aparecen resultados alterados. Los resultados de ambas pruebas se interpretan en conjunto. Un resultado alterado puede producir la solicitud de nuevas pruebas de sangre u orina, para establecer el diagnóstico.
La medición de la gravedad específica permite aproximar la concentración de la orina. La gravedad específica consiste en comparar la cantidad de sustancias disueltas en la orina respecto al agua destilada. Si no hay sustancias presentes, la gravedad específica de la orina correspondería a 1.000 (equivalente al agua destilada). Como cualquier orina tiene sustancias disueltas en ella, una gravedad específica de 1.000 no es posible. Si una persona bebe mucha agua en poco tiempo o recibe mucha cantidad de fluidos intravenosos, tendrá una gravedad específica de la orina similar al agua. El límite superior de las almohadillas es de 1.035, que indica que la orina está concentrada (gran cantidad de sustancias en un volumen pequeño de orina).
La concentración de la orina es una herramienta que ayuda a decidir si la muestra recibida es la idónea para detectar una sustancia concreta. Por ejemplo, si se están buscando concentraciones muy bajas de proteínas, lo ideal es contar con una muestra muy concentrada, que es la orina de primera hora de la mañana.
Al igual que con la gravedad específica, existen valores típicos pero no existen valores “anormales” de pH. La orina suele ser ligeramente ácida, con un pH alrededor de 6,0 pero puede variar de 4,5 a 8,0. Los riñones juegan un papel muy importante en el equilibrio ácido-base del organismo. Por ello, cualquier enfermedad o alimento que altere la cantidad de ácidos (acidosis) o de bases (alcalosis) del cuerpo se reflejará en el pH de la orina.
Algunas de las sustancias disueltas en la orina pueden precipitar y formar cristales cuando la orina tiene un pH bajo, y otras lo harán cuando el pH es alto. Si estos cristales se forman cuando la orina está en los riñones, darán lugar a piedras o cálculos renales. Es posible modificar el pH de la orina mediante fármacos o una dieta especial, de manera que la formación de estos cristales se reduzca o desaparezca por completo. Para más información, consultar los artículos sobre Cálculos renales o Perfil de riesgo de cálculos renales.
Esta prueba sirve de cribado para detectar la bilirrubina en la orina, que no debería estar presente en la orina de las personas sanas. Se trata de un producto de desecho generado por el hígado a partir de la hemoglobina de los hematíes que se rompen y se eliminan de la circulación. El hígado incorpora la bilirrubina a la bilis, un fluido que llega al intestino y participa en la digestión, siendo expulsado finalmente con las heces.
En algunas enfermedades hepáticas, como la obstrucción biliar o la hepatitis, el exceso de bilirrubina se puede acumular en la sangre y eliminarse por la orina. La presencia de bilirrubina en la orina es un indicador precoz de enfermedad hepática y puede aparecer antes de que se desarrollen signos o síntomas, como la ictericia.
Los resultados de esta prueba se deben valorar en conjunto con el resultado del urobilinógeno (que se explica a continuación, en el siguiente apartado). Si son positivos, el médico puede solicitar otras pruebas para establecer el diagnóstico, como un perfil hepático.
Para más información, consultar los artículos sobre Bilirrubina o Enfermedad hepática.
Esta prueba sirve como cribado para detectar el urobilinógeno en la orina. Los resultados se deben valorar en conjunto con la bilirrubina (que se explicó en el apartado anterior).
El urobilinógeno se puede encontrar en la orina en bajas concentraciones en condiciones normales. Esta sustancia se forma en el intestino a partir de la bilirrubina y parte de ella es absorbida por las paredes intestinales, entrando en la sangre. Un resultado positivo puede ser indicativo de la presencia de una enfermedad hepática como la hepatitis vírica, la cirrosis, daño hepático secundario a medicamentos o productos tóxicos, o patologías que se asocian a un aumento de la destrucción de los hematíes (anemia hemolítica). Cuando en la orina se detecta una concentración alta de bilirrubina acompañada de urobilinógeno bajo o indetectable en un paciente con signos o síntomas de disfunción hepática, puede ser indicativo de la presencia de una obstrucción hepática o en los conductos biliares.
La almohadilla de las proteínas indica de forma estimada la cantidad de albúmina en orina. La albúmina constituye alrededor del 60% de las proteínas de la sangre. Normalmente, no debería haber proteínas en la orina, o estar presentes en pequeñas cantidades. Cuando la cantidad de proteínas en la orina está elevada, se denomina proteinuria.
La proteinuria puede aparecer en ocasiones en los individuos sanos, de forma temporal o persistente, debido a estrés, ejercicio, fiebre, el uso de medicamentos como la aspirina o la exposición al frío, entre otros factores. Por ello, es importante repetir la prueba cuando han desaparecido estos factores, para confirmar el resultado.
Si se detectan concentraciones bajas de proteínas, en función de los signos o síntomas del paciente y su historia clínica, es posible también que se repita el urianálisis pasado un tiempo, para valorar si se trata de una situación transitoria y las proteínas vuelven a ser indetectables.
Si se detectan concentraciones muy elevadas o se mantienen tras repetir la prueba, se puede solicitar una prueba de proteínas en orina de 24 horas. Esta prueba también se puede solicitar si el médico sospecha la presencia de otras proteínas diferentes de la albúmina, que es la que detecta la tira reactiva del urianálisis.
La presencia de proteínas en orina puede ser indicativa de una enfermedad renal. En los estadíos iniciales pueden aparecer pequeñas concentraciones de albúmina en la orina. Existe una prueba llamada albúmina en orina que detecta y mide las pequeñas concentraciones de albúmina en la orina, y que es más sensible que la tira reactiva del urianálisis. Esta prueba permite realizar el cribado de los pacientes con enfermedades crónicas que supongan un alto riesgo de desarrollar enfermedad renal, como la diabetes o la hipertensión. Para más información, consultar el artículo sobre la Albúmina en orina.
La proteinuria también puede estar asociada con otras enfermedades. El médico podría solicitar una serie de pruebas adicionales para establecer la causa de la presencia de proteínas en la orina. Para más información, consultar los artículos sobre Proteinuria y Enfermedad renal.
La glucosa no se detecta en la orina en condiciones normales. Cuando existe glucosa en la orina, se denomina glucosuria. Puede ser debido a:
Otras situaciones que pueden causar glucosuria incluyen síndromes endocrinos, enfermedad hepática, fármacos o el embarazo. Cuando aparece glucosuria, se pueden realizar otras pruebas como la glucosa en ayunas para establecer la causa.
Los cuerpos cetónicos no se deberían encontrar en la orina en condiciones normales. Se trata de productos intermediarios del metabolismo, generados cuando las células del organismo no tienen glucosa para obtener energía. Pueden aparecer cuando la persona no ingiere suficientes hidratos de carbono (por ejemplo, en los casos de ayuno, desnutrición o dietas ricas en proteínas) o cuando no puede utilizarlos correctamente. Cuando no hay disponibles hidratos de carbono, el cuerpo metaboliza la grasa para obtener la energía que necesita para seguir funcionando. El ejercicio intenso, la exposición al frío, los vómitos y algunas enfermedades graves del sistema digestivo también pueden aumentar el metabolismo de la grasa y por tanto la cetonuria.
En las personas diabéticas, los cuerpos cetónicos en orina pueden servir como indicadores precoces de la falta de insulina. Sin insulina, una persona diabética no puede procesar la glucosa y por lo tanto metaboliza la grasa. Esto puede causar la acumulación de cuerpos cetónicos en la sangre, dando lugar a cetosis y posteriormente a cetoacidosis, un tipo de acidosis metabólica. Los riñones, en un intento de reducir su concentración en la sangre, expulsan a la orina el exceso de cuerpos cetónicos y de glucosa. Esta alteración, denominada cetoacidosis diabética, se puede encontrar principalmente en los pacientes con diabetes tipo 1 sin controlar y se trata de una emergencia médica. Para más información, consultar los artículos sobre Cuerpos cetónicos en sangre y Diabetes.
Esta prueba permite detectar la hemoglobina en la orina (hemoglobinuria). La hemoglobina es una proteína transportadora de oxígeno que se encuentra normalmente en el interior de los hematíes. Un resultado positivo puede indicar que hay sangre en la orina (hematuria).
En condiciones normales puede haber una pequeña cantidad de hematíes en la orina, que darían un resultado “negativo” en la tira reactiva. Un aumento de la hemoglobina o del número de hematíes daría lugar a un resultado “positivo”. Los resultados de esta prueba se suelen interpretar en conjunto con el examen microscópico, para valorar si existen hematíes en la orina. Un resultado positivo en esta prueba sin presencia de hematíes puede indicar la presencia de hemoglobina en la orina (sucede cuando los hematíes se rompen) o mioglobina (debida a una lesión muscular). Para más información, consultar el artículo sobre Mioglobina.
La presencia de sangre en la orina, aunque no es normal, no es algo infrecuente ni tiene por qué ser alarmante. El médico estudiará las posibles causas de este hallazgo y puede repetir la prueba, para saber si se trata de una alteración persistente.
Para más información, consultar el artículo sobre Hematuria.
La esterasa leucocitaria es un enzima presente en los leucocitos. La presencia de algunos leucocitos en la orina es normal y daría lugar a un resultado “negativo” de la tira reactiva. Cuando la cantidad de leucocitos está aumentada de forma significativa, esta prueba resultará “positiva”. Los resultados de esta prueba se suelen evaluar en conjunto con el examen microscópico, que permite observar los leucocitos en la orina.
Cuando la prueba es positiva o el recuento microscópico es alto, puede indicar la presencia de inflamación del tracto urinario o de los riñones. La causa más frecuente de leucocituria (presencia de leucocitos en la orina) es una infección del tracto urinario, como la cistitis (infección de la vejiga) o la pielonefritis (infección de los riñones). Además de leucocitos, se pueden observar al microscopio bacterias y hematíes. Los resultados de esta prueba se suelen evaluar en conjunto con el examen microscópico y con los nitritos.
Esta prueba se basa en el hecho de que muchas bacterias son capaces de transformar los nitratos (componente normal de la orina) en nitritos. Normalmente, el tracto urinario y la orina están libres de bacterias y de nitritos. Cuando las bacterias entran en el tracto urinario pueden causar una infección. Un resultado de nitritos positivo puede indicar la presencia de una infección del tracto urinario. Sin embargo, como no todas las bacterias son capaces de transformar los nitratos en nitritos, es posible tener una infección del tracto urinario a pesar de un resultado de nitritos negativo. Los resultados de esta prueba se suelen valorar en conjunto con el examen microscópico y con la esterasa leucocitaria.
En ocasiones, las personas que toman vitamina C o complejos multivitamínicos pueden tener una gran cantidad de ácido ascórbico en la orina. Cuando se sospecha esta ingesta, en el laboratorio se realizará una prueba de ácido ascórbico, ya que se cree que puede interferir con la fiabilidad de los resultados de la tira reactiva, pudiendo dar falsos negativos. Algunas de las pruebas que pueden verse afectadas son la glucosa, la sangre, la bilirrubina, los nitritos y la esterasa leucocitaria.
El examen microscópico puede realizarse o no como parte del urianálisis. Generalmente se realiza cuando se detecta algún resultado anormal en el examen visual o bioquímico, y posteriormente se evalúa en conjunto con ellos.
El examen microscópico se realiza sobre el sedimento urinario. La orina se centrifuga para concentrar las sustancias en el fondo del tubo. Posteriormente, se desecha el fluido salvo unas gotas del fondo, y el resultado se observa al microscopio. Se realiza un recuento de células, cristales y otras sustancias en función de su número por campo de bajo aumento o por campo de alto aumento. Además, algunos elementos se contabilizan como “escasos”, “aumentados” o “incontables”. Es el caso de las células epiteliales, las bacterias o los cristales.
En condiciones normales, es posible encontrar algunos hematíes en el sedimento urinario (alrededor de 0-5 hematíes por campo de alto aumento). Un resultado positivo para la hemoglobina en el examen bioquímico y un aumento de los hematíes al microscopio, significa que hay sangre en la orina.
Sin embargo, esta prueba no es útil para saber de dónde viene la sangre. Por ejemplo, la contaminación de la orina por sangre procedente de hemorroides o de la menstruación no se puede diferenciar de la sangre que viene de las vías urinarias. Por ello, es importante recoger la orina correctamente e informar al médico si se está menstruando.
La presencia de sangre en la orina, aunque no es normal, no es algo infrecuente ni tiene por qué ser alarmante. El médico estudiará las posibles causas de este hallazgo y puede repetir la prueba, para saber si se trata de una alteración persistente. Como parte del estudio, el médico evaluará la historia clínica del paciente, realizará una exploración física y es posible que solicite pruebas adicionales en sangre o en orina.
Muchas de las causas de hematuria son benignas, situaciones temporales que no producen daño a largo plazo y que se resuelven por sí solas o con algún tratamiento específico. Si además de encontrar sangre se observan leucocitos y bacterias, es posible que se deba a una infección del tracto urinario, que se trata con antibióticos. Algunas causas de hematuria, sin embargo, pueden ser graves o señal de una patología crónica que necesita tratamiento y seguimiento.
Para más información, consultar el artículo sobre Hematuria.
En condiciones normales el número de leucocitos en el sedimento urinario es bajo (0-5 leucocitos por campo de gran aumento). Por ejemplo, los leucocitos observados pueden ser debidos a la contaminación de la orina por fluidos vaginales.
Un recuento de leucocitos aumentado al microscopio y un resultado positivo de la esterasa leucocitaria en el examen bioquímico son indicativos de que exista una infección o inflamación en algún punto del tracto urinario. Si se acompañan de bacterias, es probable que se trate de una infección del tracto urinario.
Las células epiteliales se suelen informar como “escasas”, “aumentadas” o “incontables”. En condiciones normales es posible encontrar algunas células epiteliales en el sedimento urinario. En las alteraciones del tracto urinario como infecciones, inflamación o procesos malignos, se puede observar un aumento del recuento de las células epiteliales. Diferenciar el tipo de células que se observan en el microscopio puede ayudar al diagnóstico de ciertas patologías. Por ejemplo, las células epiteliales que contienen gran cantidad de restos de hemoglobina (llamados hemosiderina) pueden indicar que ha habido sangre o hemoglobina en la orina, aunque en el momento del análisis no esté presente.
En condiciones normales, el tracto urinario es estéril y si la muestra se recoge con la técnica de “recogida limpia”, no debería haber microorganismos en el sedimento. Es importante ser cuidadoso en la recolección de la muestra para prevenir que las bacterias que viven en la piel o en las secreciones vaginales contaminen la muestra de orina.
Si se observan microorganismos, pueden informarse como “escasos”, “aumentados” o “incontables”.
Los cilindros son partículas que se pueden encontrar en la orina y que están formados por proteínas coaguladas que han sido liberadas por los riñones. Los cilindros se forman dentro de los túbulos renales, unas estructuras huecas, finas y alargadas por las que viaja la orina. Cuando se miran por el microscopio, tienen una forma de salchicha y son transparentes en las personas sanas. Este tipo de cilindro transparente se denomina “cilindro hialino”. En condiciones normales, puede haber algunos (0-5 cilindros hialinos por campo de bajo aumento), que pueden aumentar después de un ejercicio intenso.
Otros tipos de cilindros pueden estar asociados a diferentes condiciones clínicas, permitiendo orientar la patología del paciente. Cuando una patología afecta al riñón, las células u otras sustancias se pueden quedar atrapadas en el interior de los cilindros. De esta forma, los cilindros se denominan en función de su contenido. Los cilindros celulares, formados por leucocitos o hematíes, son señal de una enfermedad renal. Otros tipos de cilindros son los granulares, los grasos o los céreos.
Para más información, consultar el artículo sobre Enfermedad renal.
La orina contiene gran número de sustancias disueltas (solutos), que pueden formar cristales (solidificación de una sustancia concreta) en la orina, si:
Los cristales se identifican mediante su forma, color y el pH de la orina. Pueden ser partículas pequeñas sin una forma concreta (amorfos) o tener una morfología característica (en forma de aguja). Los cristales se consideran “normales” si proceden de solutos que se encuentran en la orina en condiciones fisiológicas. En estos casos, los cristales se suelen formar por el enfriamiento de la orina después de la recogida y no están presentes en el organismo. Algunos ejemplos de cristales que se pueden observar en los individuos sanos son:
Si los cristales están formados por sustancias que no se encuentran en la orina en condiciones normales, se consideran “anormales”. La presencia de cristales anormales puede indicar que un proceso metabólico esté alterado. Algunos de ellos son:
Tanto los cristales normales como los anormales se pueden formar en el interior de los riñones en el momento en que se fabrica la orina y agruparse entre sí para formar “piedras” o cálculos renales. Estas piedras pueden atascarse en el riñón o en los uréteres (tubos que transportan la orina desde el riñón hasta la vejiga), causando un dolor muy intenso. Para más información, consultar los artículos sobre Cálculos renales y Perfil de riesgo de cálculos renales.
Ciertos medicamentos, drogas o contrastes radiológicos pueden cristalizar también en la orina. Por ello, es importante que los profesionales del laboratorio estén bien entrenados en el reconocimiento de los cristales de la orina.